lunes, 21 de enero de 2008

¿Qué fue antes? ¿El huevo o el hombre?


Esta es una teoría que hace ya tiempo tenía desarrollada en mi mente, y que algunos amigos han conocido verbalizada, pero nunca la había escrito, y creo que ya es hora. No tengo ansias de posteridad, pero no estaría mal pasar a la historia como el autor de la Teoría del huevo frito.
Antes de explicar esta teoría sociológica, cabe destacar que el huevo es sin duda un alimento singular: Quién no recuerda la escena de la película El corazón del ángel, en la que un Robert de Niro encarnando al mismísimo diablo se comía un huevo duro de un único bocado, simbolizando el alma de un desdichado ser humano. Tenemos también como referente histórico el huevo de Colón, los huevos de Pascua, y el ¡manda huevos! De Federico Trillo.
El huevo representa, en su simple y frágil perfección, el origen de la creación, y puestos a comer huevos, qué mejor que hacerlo fritos. Y este es el punto en el que por fin arranca la elaborada pero al mismo tiempo poco fundamentada teoría: A los seres humanos se nos puede dividir en 2 grupos desde infinidad de perspectivas; Hombres y mujeres (vale, también hay hermafroditas, pero una teoría sin excepciones no es una teoría que merezca la pena), de derechas y de izquierdas (los de centro son a los que les avergüenza definirse de derechas, no nos engañemos), de coca cola o pepsi, de tanga o braguita, hogareño o crápula… Podemos repartirnos desde infinidad de parámetros, y otro de ellos, y este especialmente revelador para conocer la mentalidad de las personas, es, si al comer un huevo frito nos comemos primero la yema, o la reservamos para el final.
Y es que en la yema esta la clave, porque en mis largos años de investigación no he conocido a nadie a quien del huevo frito, lo que le guste, sea la clara. Para la mayoría es un mal necesario, algo que no se puede evitar, y es que la perfección rayana lo absoluto, serían los huevos sin clara: Imaginaos, todo yema, una yema frita del tamaño de un platillo de taza de café, y una hogaza de pan casero para untar con fruición. Si existe el cielo los huevos fritos sin duda serán así.
A lo que iba: Los que queremos disfrutar el momento, los emprendedores, los aventureros, los que nos regimos por el carpe diem, aunque también probablemente los ansiosos, nada más plantarnos el huevo frito en el plato nos lanzamos sobre la yema con nuestro pedazo de pan, como el torero se lanza a clavar la estocada mortal sobre el desdichado morlaco. Los otros, los que reservan la yema hasta el final (yema que, por cierto, para entonces ya se ha quedado fría), ya sabéis como sois…
Reflexionad un momento al respecto, y si ahora no me creéis, esperad a que mi Teoría del huevo frito sea publicada en alguna prestigiosa revista de divulgación científica. Al tiempo. Buen provecho.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

se te olvidan éstos ... los que se comen primero la clara y después la yema de un bocado con una cara de satisfacción infinita.
Exigentes , pacientes, personas a las que no les importa esperar para disfrutar de lo mejor... porque están seguros de que eso llega inmediatamente... delante de sus ojos tienen el preciado manjar que deleitará sus más exigentes paladares... y vaya si disfrutan!¡doy fé de ello!...
La auténtica generadora de felicidad está en nuestra mente .Si eres capaz de disfrutar pensando en el momento, te aseguro que cuando llega el momento, saborearlo es sublime.La vida... doblemente disfrutada...

Anónimo dijo...

Los que comemos el huevo de la manera que a tí no te gusta, sabemos disfrutar primero el sueño de llegar a la yema la vemos y la observamos, cuanto más perfecta más ganas tenemos de llegar a ella, disfrutamos el camino (la clara) hacia ella porque seguimos pensando en la yema aunque nos estemos comiendo la clara y por fin llega el éxtasis final.

O sea, así como en el sexo, existen los preliminares, que son muy importantes para llegar a disfrutar del preciado manjar, osea que los que comen el huevo a tu manera sois de los que conseguis que una chica dude de lo que ha pasado?........