viernes, 25 de enero de 2008

El vecino

Compartimos portal, ascensor, piso. Llevo muchos años viéndole, ni siquiera recuerdo desde cuando. No me inspira confianza. Nunca me habla, y siempre tengo la impresión de que espera a que salga de mi casa para salir él también. Incluso juraría que imita mi estilo al vestir. Estoy convencido de que revisa mi buzón; Controla mi correspondencia, mis horarios, las visitas de mis pocos amigos, incluso mi basura. De todas formas, pienso que la desconfianza es generalizada entre los vecinos, de hecho, cuando coincidimos los dos en el portal o en el ascensor con alguno de ellos, a él nunca le saludan, aunque bien es cierto que a mi lo hacen de una manera esquiva. Cuando veo su mirada reflejada en el espejo del ascensor, un escalofrío recorre mi espalda: Esos ojos se parecen a los míos, pero no soy yo. La nariz, los pómulos, el mentón, las entradas, idénticas gafas y constitución… No puedo seguir mirando, cuándo llegaremos al quinto… Cierro la puerta tras de mi. Está fuera, o ¿está dentro?


Pequeña historia de dobles identidades. Sin ser lo mismo, recomiendo el visionado de la ópera prima del cineasta Guillem Morales, El habitante incierto (2005): Llaman a la puerta, un desconocido dice tener un problema con el coche y pide usar tú teléfono. Te alejas un momento y, cuando vuelves, el desconocido no está. ¿Se ha ido o se ha escondido en tu casa?

¿Se esconde alguien más dentro de nuestra mente? Eso es lo que esconde el microrelato, y es que, en definitiva, nuestra mente es nuestra casa en su mínima expresión, ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo creo que más que dobles identidades, tenemos múltiples , infinitas identidades.
A lo largo de nuestra existencia vamos adquiriendo, muchas veces con verdadero asombro, nuevas identidades, o variantes de la misma ...no lo sé...sólo sé que cuando echas la vista atrás en tu vida , muchas veces ni tú mismo te reconoces... ésta es una de las consecuencias que tiene jugar a vivir.
Igual que no se nos ocurre salir a la calle sin ropa , tampoco se lo perimitimos a nuestro vecino .El mismo pudor que nos da salir desnudos a la calle nos da verle a él sin sus tan variados atuendos.
¡uf¡ ...con el frío que se pasa por ahí....!
Quizás el día que seamos capaces de salir a la calle desnudos, liberados de nuestros absurdos ¿? pudores , podamos liberar también a ese vecino que nos sigue en silencio, siempre paciente, espectante, dispuesto....
Mientras, sólo nos queda agradecele por ser el custodio de nuestro mejor tesoro...aunque, más te vale desconfiar de él... porque con lo cotilla que es, si se pone a contar lo que sabe.....