domingo, 30 de noviembre de 2008

La piel del oso

Se vende logotipo. Sin usar. Ideal para entidad de ahorro del país vasco. Abstenerse curiosos. Se exige solvencia, y se ruega seriedad, que para chapuceros ya estamos nosotros.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Juegos de infancia

Era una mañana de invierno, fría y húmeda. O así la recuerdo yo al menos. No tendría más de 6 años. El colegio era una aventura diaria, y el recreo, ese tiempo y espacio en el que reivindicarnos, y conocernos. El mío no era un colegio religioso, pero sí que utilizaba las instalaciones de una orden religiosa, y el rincón más fascinante del patio era un pequeño montículo de rocas presidido por una virgen de cemento. Subíamos ese montículo, lo coronábamos, nos sentíamos los reyes del recreo por un instante, y lo bajábamos por el otro lado. No le hacíamos mucho caso a la figura, no despertaba nuestro interés la única habitante de esa isla en nuestro patio. De vez en cuando algún religioso cruzaba lo que considerábamos nuestros dominios y que realmente eran los suyos, y les mirábamos con cierto recelo, miedo incluso, su oscura presencia interrumpía por unos momentos hasta nuestros partidos más disputados.

El recreo avanzaba inexorable, y en un momento dado, Aitor y yo nos inventamos un juego. Nos escondimos tras el montículo, e intercambiamos toda nuestra ropa, de arriba abajo. Al llegar a clase, no se muy bien cómo la profesora se dio cuenta del cambio, y nos volvió a poner a cada uno nuestra ropa. Pero, ¿y si nos cambiamos algo más que la ropa? ¿Si realmente nos cambiamos hasta las identidades? ¿O si nos cambiamos las identidades y no la ropa? Quizás yo ahora sea Aitor, haya vivido su vida, y él la mía. Hasta ahora.

Recordé esta historia de mi infancia al ver en el festival de cine de San Sebastián El niño con el pijama de rayas. ¿Pero es un recuerdo mío, o de Aitor?

miércoles, 19 de noviembre de 2008

2 Españas, 2 iglesias, una mirada: La Vasca

España, iglesia... Más de uno se habrá acojonado con el título de esta entrada, pero la cosa va de cine, en concreto sobre la nueva película de Helena Taberna (Yoyes fue su ópera prima) que se estrenaba el pasado viernes, tocando un tema, el papel de la iglesia en la guerra civil española, que según nos decía la propia directora en nuestro programa, no había sido tratado en el cine español.
La película está inspirada en la historia de un tío de Helena Taberna, Marino Ayerra, que fue párroco de Alsasua durante aquel conflicto armado. No está de más recordar capítulos vergonzantes del pasado en estos tiempos en los que el concepto "memoria histórica" está en boca de muchos, y desde esa perspectiva la película puede ser válida, incluso necesaria, aunque desde un análisis estrictamente cinematográfico, algún pero se le pueda poner.
La buena nueva arranca titubeante, con algunas interpretaciones acartonadas, movimientos de figuración poco naturales, puestas en escena algo estáticas, defectos por otro lado habituales en muchas producciones españolas de época. Pero hay que reconocer que, a medida que avanza, la película va cogiendo empaque, con un Unax Ugalde en estado de gracia a la hora de interpretar a ese cura que se enfrenta a aquellos que supuestamente defendían a la iglesia, falangistas y carlistas, para proteger a los perseguidos, los rojos. El guión también nos ofrece los giros necesarios para que la historia crezca, y podamos conocer todas las posturas, sin cargar las tintas en exceso en la dicotomía víctimas - verdugos. Otro de los aciertos de La buena nueva está en la partitura de Ángel Illarramendi, inspirada en la música sacra, que evita subrayar en exceso el drama que ya describen las imágenes. Y precisamente esa es la principal característica de La buena nueva, el no subrayado: es una película Vasca, y no solo porque el equipo técnico y artístico sea casi exclusivamente de aquí, y haya sido rodada en Leitza, lo digo porque es de una contención emocional muy nuestra. La película nos puede recordar mucho a La lengua de las mariposas, una historia muy parecida aunque en aquel caso centrada en la figura del maestro del pueblo, pero aquella sí que tenía una carga emocional muy superior a La buena nueva, que no digo que esto sea mejor ni peor, simplemente es más vasco. Y lo que son las cosas, eso seguramente tranquilizará a aquellos que pensaban que esta película iba a levantar ampollas: nada más lejos de la realidad. Desde una perspectiva cristiana, que aunque uno no sea practicante, ni siquiera creyente, ha sido educado en esa fe, la actitud del cura protagonista es intachable al menos en cuanto a su compromiso con los necesitados, su relación con la maestra interpretada por Bárbara Goenaga podría ser más discutible, pero esa relación al fin y al cabo es muy cinematográfica, y nos muestra que debajo de una sotana, hay un hombre, que sufre, siente e incluso puede que desee. Y Helena Taberna decide centrarse más en esa parte de la historia, sin hurgar en exceso en la actitud bien distinta que tuvo la jerarquía eclesiástica en la guerra civil española.
El regusto final de La buena nueva es positivo, al menos desde nuestra perspectiva, sentimos la mirada de la directora próxima, y la sentirán también así aquellos que piensen que no se debe olvidar, aunque se pueda perdonar: se supone que ese es un precepto cristiano ¿no? Aunque ya digo que yo no soy creyente...

lunes, 17 de noviembre de 2008

El libro de las caras













Las caras, los espejos de las almas: ¿Tiene Internet alma? Desde el pasado viernes formo parte de Facebook. No me llamaba mucho la atención ese tipo de servicio de Internet, y bastante entretenido andaba yo con blogs, youtubes y myspaces. Pero me invitaron, y entré. Y la verdad es que las primeras sensaciones vividas en esa red de contactos son satisfactorias, pero también sorprendentes. Cuando encuentras a alguien conocido, le envías una solicitud de amistad, y si la acepta, te llega un mensaje que dice “XXX es ahora amigo tuyo”: Y sí, muchas de esas personas que te lo solicitan realmente lo son, pero ¿acaso no lo eran antes? Eso de que “es AHORA amigo tuyo” da que pensar. Y con otras no tienes una gran relación, ¿seremos a partir de ahora inseparables? De hecho puedes contactar con los amigos de tus amigas, que a pesar de lo que cantaban Objetivo Birmania, ¡no son tus amigos! ¡quien sabe hasta donde podríamos llegar así!
Si aplicamos la teoría de los 6 grados de separación
¿A quien podría conocer a través de mis contactos? Y claro, si alguien solicita ser tu amigo, ¿cómo lo vas a rechazar? Es muy borde, ¿no? Pero a ver si luego te va a pedir dinero, que con esto del arrechucho (para La última seducción no hay crisis, hay arrechucho) no estamos para tener muchos de esos amigos. Qué se trata, ¿de sumar el mayor número de amigos? ¿Es mejor persona quien más amigos tiene?
Da juego esto de Facebook, de todas formas por ahora me tira más el blog, pero aunque una cosa no quita a la otra, el tiempo, al menos en mi caso y supongo que también en el vuestro, no es algo relativo, se escapa entre los dedos que teclean parsimoniosamente este teclado que tengo delante… Voy a ver si tengo nuevos amigos en Facebook.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Play music

Tocar música. Aunque se podría traducir también como jugar música, jugando con la música, la música como juego. Y en ese juego nos sumergió ayer Matthew Herbert en el Victoria Eugenia donostiarra. Toda una big band a su servicio, 18 músicos cómplices, dispuestos a saltarse los corsés del género, los stándars, para divertir y divertirse: Tocando sus instrumentos por supuesto, pero lanzándose también papelitos, inflando globos con los instrumentos de viento, utilizando periódicos como improvisada sección rítmica, y con un niño grande como maestro de ceremonias, el propio Matthew Herbert manipulando samplers y demás cacharrería electrónica, como si fuera Charlot en la película Tiempos modernos. Un espectáculo que conjugaba a la perfección el clasicismo con la modernidad, desde una perspectiva lúdica, informal, desmitificadora: Un lujo, para disfrute de niños grandes y mayores.

martes, 11 de noviembre de 2008

sábado, 8 de noviembre de 2008

Black power... Better black hope

Es mulato, pero le dicen negro. O afroamericano. Con él, puede que todo cambie: ¿Será ahora negra la casa blanca? ¿Se dejarán de utilizar expresiones como “me estás poniendo negro”? ¿O se cambiará “blanco y en botella” por “negro y en botella”? ¿El reinado del sólo o el cortado dará paso al “café con leche”? ¿Se pondrán de moda los conguitos? ¿Y también el jabón “Tulipán negro”? ¿Beyoncé podría ser princesa de Gales? ¿”Negro porvenir” tendrá una connotación positiva? ¿Así como “me las voy a ver negras”? ¿Dejará de ser negro el luto? ¿O los fundidos finales de las películas? Los árbitros ya no visten de negro... ¿Cambiaran el uniforme de los “beltzas” por un fucsia? ¿El crack del 29 conocido como “jueves negro” será ahora “jueves blanco”? De hecho la responsabilidad de aquella crisis financiera fue exclusiva de los blancos... ¿Ahora ya no se vestirá a los bebés de rosa o azul según su sexo, sino a todos de negro? ¿La medalla que se le dará al ganador será la de bronce? ¿Bill Cosby será ministro de cultura? ¿Y Eddie Murphy portavoz del gobierno? ¿”Negrata” será un piropo? ¿Y la nigromancia o la magia negra estarán bien vistas? ¿La paloma de la paz se teñirá de negro? ¿Negra y radiante va la novia? ¿El lumumba será la bebida más consumida? ¿Y las trufas negras todavía más exclusivas? Así como el caviar, y ¡no digamos la popularización a nivel mundial de los chipirones en su tinta! ¿El “Black is black” de Los bravos será el nuevo himno estadounidense? ¿O el “Back in black” de AC/DC?

Tenemos nuevo presidente mundial, y más allá del tono de su piel, espero que vengan nuevos tiempos, y podamos ver todo de color de... bueno, que las cosas mejoren, sean del color que sean.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

LA DIFERENCIA

En un centro que acoge a personas sin hogar, la indiferencia se queda fuera. Al mezclarte con ellos, te das cuenta que existe otro mundo paralelo al nuestro. Pasar al otro lado no es tan difícil como pudiera parecer, lo complicado es REGRESAR.

Te quedas mirándoles, sin atreverte a acercarte a ellos. Son como tú, pero tan diferentes… tu después volverás a casa. Ellos no. A ti alguien te espera, a ellos sólo les aguarda la calle y el frío. Te sientes una intrusa sentándote a su lado. Una extraña que intenta ser amable con ellos. ¿Realmente sientes empatía hacía ellos? o ¿están demasiado lejos para llegar a su lado?. Te dices a ti misma que estás allí para algo. Y dejas de charlar con los que sí que tienen un hogar y te pones a su lado, aunque al principio sólo sea físicamente. Y comienzas con trivialidades para pasar, si te dejan, a su vida, a sus porqués, a sus cuándo, a sus razones… y entonces, por unos momentos te olvidas de dónde estás. De repente, te encuentras en un bar riéndote con unos amigos sobre las ocurrencias del hombre con acento tejano. Un poco antes has buscado las siete diferencias en el pasatiempos del periódico con el chico marroquí que se irá pronto a Almería a recoger aceitunas. Y también has preguntado por preguntar al argelino de qué equipo de fútbol es. La respuesta ha llegado con una indiferencia educada: “Yo primero tengo que arreglar mi situación personal, esas cosas no me importan”. Ahí es cuando te has chocado de bruces con su realidad y esa sí que es diferente.


martes, 4 de noviembre de 2008

El fin justifica los medios

Y mediada la semana de terror, nos hemos encontrado por fin, cara a cara, precisamente con eso, con el horror. Martyrs. Nos ha golpeado en el estomago, en la conciencia, nos ha desgarrado la piel cinéfila, nos ha desasosegado, nos ha perturbado. Justo lo que buscábamos. No es una película recomendable, pero tampoco es una película para dejarla pasar si todavía esperas algo del cine de terror. Pascal Laugier nos pone en una tesitura difícilmente sostenible, porque pasamos de ser espectadores a víctimas, o mártires, pero es que según ha comentado él mismo en la rueda de prensa, etimológicamente mártir viene del griego, y quiere decir testigo, algo que le sirve a él en la historia para que esas personas sean torturadas hasta el límite entre la vida y la muerte con el fin de que nos cuenten qué hay más allá. Pero los testigos somos nosotros, y la película nos arrastra hacia el abismo, hacía lo inhumano del ser humano. Es violencia explícita, pero justificada, al menos desde la perspectiva de quienes la infligen, para ellos el fin sí justifica los medios.
Le preguntaba al director si, como si de un juego de espejos se tratara, él mismo se había sentido como uno de esos torturadores al rodar los 25 minutos finales de la película, maltratando realmente a la actriz, y contestaba que al rodarlo se sentía bien al ver que las cosas salían como esperaba, pero al ver luego esos 25 minutos finales montados, se odió a si mismo. De todas formas, viendo la repercusión que está teniendo la película, supongo que Pascal Laugier pensara que el fin sí justifica los medios, al menos los audiovisuales.