viernes, 21 de diciembre de 2007

Cae la barrera



Inspirado muy libremente en la película El último (1924), de F.W. Murnau, y en la actualidad.



Me llamo Zbigniew. Soy Polaco. Y agente de aduanas, como lo fueron mi abuelo y mi padre. Toda una tradición familiar. Llevo más de 30 años en mi puesto. En todos estos años, ha habido muchos episodios oscuros que prefiero no rememorar, la guerra fría no tenía precisamente nada de fría en primera línea, las órdenes eran tirar a matar, y yo tirar tiraba, pero ¡por favor! No a matar. Cumplía órdenes, qué otra cosa podía hacer.

Tras la caída del régimen comunista, y gracias a mis antecedentes familiares, conservé mi puesto. El arma reglamentaria a partir de ese momento descansó sin sobresaltos en su funda, y la única emoción del cargo era el decomiso de alguna partida de vodka de contrabando, de las que procurábamos "extraviar" algunas botellas. Cuando esto ocurría, las frías y rutinarias noches de invierno se convertían en improvisadas fiestas en las que corría el vodka (el de la marca Medvedev era nuestro favorito), e invitábamos a alguna de las prostitutas que ejercía en el lado alemán de la frontera a que fuera la reina de nuestra celebración: Ella no necesitaba enseñar el pasaporte para cruzar la frontera.
Desde hoy, mi vida carece de sentido. Ha caído la última barrera, aunque en los mapamundis los países seguirán representados por diferentes colores; Alemania amarillo, Holanda verde, Bélgica marrón, Francia rojo... ¿Los niños pensarán que toda Francia es roja? Los ríos color sangre, los campos bermellón, y las gentes rojas, no sé si de ira... Las fronteras perfiladas con líneas rojas, pero nadie a partir de ahora para comprobar quien las atraviesa.
Cuelgo para siempre en la taquilla mi uniforme con su brillante abotonadura, y cruzo esa frontera que durante tantos años he vigilado. Parto hacia España, me han dicho que allá hay trabajo en la vendimia. Pero ya no podré lucir orgulloso mi flamante uniforme. Nunca más.

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