miércoles, 19 de noviembre de 2008

2 Españas, 2 iglesias, una mirada: La Vasca

España, iglesia... Más de uno se habrá acojonado con el título de esta entrada, pero la cosa va de cine, en concreto sobre la nueva película de Helena Taberna (Yoyes fue su ópera prima) que se estrenaba el pasado viernes, tocando un tema, el papel de la iglesia en la guerra civil española, que según nos decía la propia directora en nuestro programa, no había sido tratado en el cine español.
La película está inspirada en la historia de un tío de Helena Taberna, Marino Ayerra, que fue párroco de Alsasua durante aquel conflicto armado. No está de más recordar capítulos vergonzantes del pasado en estos tiempos en los que el concepto "memoria histórica" está en boca de muchos, y desde esa perspectiva la película puede ser válida, incluso necesaria, aunque desde un análisis estrictamente cinematográfico, algún pero se le pueda poner.
La buena nueva arranca titubeante, con algunas interpretaciones acartonadas, movimientos de figuración poco naturales, puestas en escena algo estáticas, defectos por otro lado habituales en muchas producciones españolas de época. Pero hay que reconocer que, a medida que avanza, la película va cogiendo empaque, con un Unax Ugalde en estado de gracia a la hora de interpretar a ese cura que se enfrenta a aquellos que supuestamente defendían a la iglesia, falangistas y carlistas, para proteger a los perseguidos, los rojos. El guión también nos ofrece los giros necesarios para que la historia crezca, y podamos conocer todas las posturas, sin cargar las tintas en exceso en la dicotomía víctimas - verdugos. Otro de los aciertos de La buena nueva está en la partitura de Ángel Illarramendi, inspirada en la música sacra, que evita subrayar en exceso el drama que ya describen las imágenes. Y precisamente esa es la principal característica de La buena nueva, el no subrayado: es una película Vasca, y no solo porque el equipo técnico y artístico sea casi exclusivamente de aquí, y haya sido rodada en Leitza, lo digo porque es de una contención emocional muy nuestra. La película nos puede recordar mucho a La lengua de las mariposas, una historia muy parecida aunque en aquel caso centrada en la figura del maestro del pueblo, pero aquella sí que tenía una carga emocional muy superior a La buena nueva, que no digo que esto sea mejor ni peor, simplemente es más vasco. Y lo que son las cosas, eso seguramente tranquilizará a aquellos que pensaban que esta película iba a levantar ampollas: nada más lejos de la realidad. Desde una perspectiva cristiana, que aunque uno no sea practicante, ni siquiera creyente, ha sido educado en esa fe, la actitud del cura protagonista es intachable al menos en cuanto a su compromiso con los necesitados, su relación con la maestra interpretada por Bárbara Goenaga podría ser más discutible, pero esa relación al fin y al cabo es muy cinematográfica, y nos muestra que debajo de una sotana, hay un hombre, que sufre, siente e incluso puede que desee. Y Helena Taberna decide centrarse más en esa parte de la historia, sin hurgar en exceso en la actitud bien distinta que tuvo la jerarquía eclesiástica en la guerra civil española.
El regusto final de La buena nueva es positivo, al menos desde nuestra perspectiva, sentimos la mirada de la directora próxima, y la sentirán también así aquellos que piensen que no se debe olvidar, aunque se pueda perdonar: se supone que ese es un precepto cristiano ¿no? Aunque ya digo que yo no soy creyente...

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