
El que no vayáis a votar (o sí) no quiere decir que no debáis conocer nuestro eslogan: “Si no sabes y no contestas, ¿no votas?” En nuestros mítines repartimos margaritas, y empezamos con el apartado de ruegos y preguntas antes de pronunciar el pertinente (o no) discurso.
Tras las elecciones, no somos como el resto de partidos, que nunca reconocen una derrota: Mientras en sus sedes se dedican a descorchar botellas de cava (¿o son de champán?), en la nuestra, nos abrazamos desconsolados ante nuestro fracaso, y es que nuestro protagonismo, los cantos de sirena que nos lanzan en campaña desde todos los partidos, se esfuman como las promesas electorales, y tras conseguir arrebatarnos parte de nuestro electorado, nadie se acuerda de nosotros.
No sabemos. No contestamos. No importamos. Ni exportamos.
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