Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro. Y es verdad. En el cofre de nuestra vida vamos introduciendo poco a poco monedas. Algunas brillan mucho pero cuando las miras con detenimiento te das cuenta de que son falsas. Otras no parece que tengan gran valor pero un día te sorprendes al descubrir que son de oro. Las hay que con el paso del tiempo van perdiendo valor. El mercado es así, cambiante. Otras piezas te las encuentras en un rinconcito del cofre, dónde no esperabas, pero… ¡qué gran valor tienen!. Una pena no haberlas encontrado antes. Y por supuesto están las monedas de un oro tan puro que aunque la economía mundial caiga en picado siguen cotizándose muy alto. El valor del tesoro no se calcula por la cantidad de monedas que posees en tu cofre, sino por el oro del que están hechas.
Cuando somos pequeños abrimos todos los días el cofre y admiramos nuestras monedas. Y les quitamos el polvo, las mimamos, las cuidamos… porque ¡Qué felices nos hace tenerlas! Pero pasa un verano, y otro, y otro, y otro más… y de repente hay muchas cosas que hacer, el tiempo se acorta y el invierno cada vez llega antes. Comienzas a no prestar tanta atención a tus monedas. ¿Falta de tiempo o pereza?, ¿orgullo tal vez?. Sin darte cuenta empiezas a olvidar lo importantes que son para ti. Algunas monedas aún siendo de oro se han oxidado inexplicablemente. Otras han desaparecido del cofre. Eso sí, las que no eran de oro ahí siguen brillando.
DESATENDIDO. Así es como se encuentra en ocasiones nuestro tesoro. Y… ¿Queremos perderlo?.
Cuando somos pequeños abrimos todos los días el cofre y admiramos nuestras monedas. Y les quitamos el polvo, las mimamos, las cuidamos… porque ¡Qué felices nos hace tenerlas! Pero pasa un verano, y otro, y otro, y otro más… y de repente hay muchas cosas que hacer, el tiempo se acorta y el invierno cada vez llega antes. Comienzas a no prestar tanta atención a tus monedas. ¿Falta de tiempo o pereza?, ¿orgullo tal vez?. Sin darte cuenta empiezas a olvidar lo importantes que son para ti. Algunas monedas aún siendo de oro se han oxidado inexplicablemente. Otras han desaparecido del cofre. Eso sí, las que no eran de oro ahí siguen brillando.
DESATENDIDO. Así es como se encuentra en ocasiones nuestro tesoro. Y… ¿Queremos perderlo?.
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