Miró a un lado y al otro, y pensó que un pedaleo más alegre podía llevarle a la gloria, abandonar el pelotón del conformismo e intentar por un día ser él el héroe, ese esforzado de la ruta que alcanzaba la gloria. Sólo se sentía libre sobre el sillín, cuando sus pies dejaban de tocar el suelo, quedaban atrás las sospechas, las presunciones de culpabilidad, los vampiros de batas blancas. Ahora era uno más, pero quería demostrarse a si mismo que todo ese sacrificio no era baldío, que un día podría contarle a su hijo que su padre, alzo los brazos en el giro de 2011. Dicen que bajan a tumba abierta, y en este caso ese ha sido el terrible desenlace. Que el arcoíris que no pudo lucir en el mallot le arrope allá arriba.
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