miércoles, 7 de enero de 2009

Perdona, ¿tienes sal? ¿Y saldo?

El otro día decidí que quería saber quienes eran mis vecinos… de móvil. Es decir, quienes eran los poseedores del número inmediatamente anterior y posterior al mío. Bien es cierto que ya no se tiene tanta relación con los vecinos telefónicos como antaño, cuando no existían los móviles, y marcábamos los números haciendo girar la ruedecilla. Aquella ruedecilla era como una ruleta, que podía caer en el número elegido, o en alguna “aproximación”, como la lotería. Y la cosa tenía su “técnica”: Hace unos días me enfrentaba a uno de esos teléfonos antiguos, y llevaba su tiempo el marcar un número de 9 cifras (aunque hasta hace no tanto tiempo sólo marcábamos 6), algo que hacíamos inconscientemente cuando solo teníamos ese modelo de teléfono, era como si hubiera perdido esa habilidad, como si hubiera olvidado andar en bicicleta.
Es curioso hasta que punto nuestra identidad está formada por una serie de números: El DNI, la cuenta corriente, el número de la seguridad social, la clave de las tarjetas, el teléfono fijo, el móvil… Y cuando nos cambian una de esas cifras mágicas, puede cambiar también nuestra vida. En casa de mis padres nos cambiaron el número de teléfono y nos dieron el que tenía antes Kaxiano, y a menudo llamaban preguntando por él: Por que no me gusta la trikitixa, que si no era como para aprender a tocarla y suplantarle en esas romerías en las que querían contar con él.
A lo que iba, que parece que tuviera tarifa plana y me estoy enrollando… Si a un vecino de descansillo le podemos pedir sal, ¿qué se le puede pedir a un vecino de móvil? ¿Qué nos puede unir? He dicho que el otro día decidí que quería saber quienes eran esos vecinos, pero no he dado el paso de llamarles: ¿Qué les digo?
-Hola, mira, ¿te pillo bien? Resulta que mi número es el 658… y nada, que como somos vecinos de número, pensaba yo que estaría bien saber algo de ti, por si un día me llaman preguntando por ti y claro, es de mala educa… ¿Hola? ¿Estás ahí?
Si ya casi ni nos saludamos con los vecinos de descansillo, ¿qué podemos esperar de los de teléfono? Sal desde luego no.

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